
"Sublime", "inolvidable", "imprescindible", "única", "apasionante"; un verdadero festival de superlativos. Todos los críticos culturales francés están deslumbrados con la exposición Teotihuacán, Ciudad de los Dioses, abierta al público el pasado 6 de octubre en el museo Quai Branly y presentada como uno de los acontecimientos culturales parisinos más importantes de 2009.
La exposición fue inaugurada por Fréderic Miterrand, Ministro de Cultura de Francia el domingo 4 de Octubre. En punto de las seis y media de la tarde, el ministro francés con una reducida comitiva arribaba al museo, era recibido por el embajador de México en Francia Carlos de Icaza, Homero Aridjis embajador de México ante la UNESCO, Alfonso de María y Campos Director del Museo Nacional de Antropología e Historia, y por supuesto el equipo museográfico del Branly encabezado por Stépan Martin.
El Ministro Camino con paso decidido por la muestra. Pero muy pronto paró, miro para todos lados y pareció no saber por dónde ir. Luego se lanzó a la aventura siguiendo más su intuición que el sentido recomendado por los museográfos. Paso un cierto tiempo observando la larga maqueta de Teotihuacán, y se fue de vitrina en vitrina, de escultura en escultura; después del silencio del ministro, brotaron sus preguntas una a una:
¿Cuándo fue construido Teotihuacán?
¿Porqué los Aztecas le dieron ese nombre a la ciudad abandonada?
¿Era la civilización más antigua de México?
¿Las pirámides eran tumbas?
¿Las construcciones eran exclusivamente de piedra?
¿No había madera, no había metal?
¿La obsidiana jugaba un papel tan importante en esa civilización?
¿Dónde vivía el pueblo?
¿Porqué hay tantas conchas en una ciudad tan lejos del mar?
¿Eran instrumentos de música?
¿Se sabe que tipo de música se tocaba?
¿De que mar venían?
¿No hay huella alguna de escritura?
Alfonso de María y Campos hacía lo imposible por contestar en francés todos estos interrogantes, pero a pesar de sus loables esfuerzos no siempre se hacía entender en la lengua de Moliere. Discretamente Fréderic Miterrand leía las cédulas para completar su información. De vez en cuando intervenía el embajador Carlos de Icaza en un francés pulido.
De repente pregunto el ministro a Stépahe Martin: ¿En Francia tenemos buenos especialistas en esa civilización? "Por supuesto -le contestó el presidente del Branly-, hay una larguísima tradición de investigación francesa sobre México y en este mismo momento tenemos misiones trabajando en ese país..."
Ojala y todos realicemos un esfuerzo por conocer nuestra historia, nuestras raíces, a nuestros antepasados, conocerlos y reconocerlos es saber quienes somos, ¿o no lo crees así?
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